Muchas veces utilizamos la palabra “sueño” para referirnos a una aspiración, a objetivos anhelados, o utopías lejanas que nos movilizan positivamente. Otras veces utilizamos la palabra “sueño” para referirnos a ese estado onírico en el que se confunden la fantasía con la realidad, y que a veces nos violenta al transformarse en pesadilla.
Parece ser que en estos momentos de la historia, mientras millones de personas se movilizan por el primer tipo de sueños, algunos otros insisten en vivir confundidos por la fantasía de los segundos, luchando con los monstruos que su propio estado onírico genera.
El gran “sueño americano”, (cuya misma denominación denota su desvarío megalomaníaco, al pretender que América es sinónimo de USA), mientras fantasea con luchar por la Libertad y el Progreso, va violentando al mundo tratando de imponer con prepotencia su voluntad, en nombre de tales ideales.
Ha sido muy elocuente en este sentido el reciente discurso de Obama, acompañado por sus fuerzas militares de élite, a quienes felicitó por el asesinato de Bin Laden. Expresiones tales como “USA puede hacer todo lo que se proponga”, (como ha sido el caso de matar a un monstruo, generado por sus propias políticas). O expresiones tales como “demostramos fortaleza al enfrentar la crisis financiera”, (crisis generada por sus propios bancos). Terminando con la expresión “Dios bendiga a USA”, (que sonaba a que sólo su dios es verdadero, y USA es su favorito).
El mismo Obama, Premio Nobel de la Paz, el que decía que había que cerrar Guantánamo, no dudó en usar las torturas que allí se practicaron para obtener pistas sobre el paradero de Bin Laden. En nombre de los derechos humanos torturaron en Guantánamo; en nombre de la libertad violaron la soberanía de Pakistán; y en nombre de la justicia ejecutaron al acusado en vez de juzgarlo. Eso sí, en nombre de los buenos modales y el respeto a las religiones, dicen haber arrojado el cadáver al mar; mostrando al mundo que todo “héroe americano” tiene su faceta sensible y es respetuoso de las creencias.
Este “sueño americano” mucho tiene de onírico, y lo onírico mucho tiene de Hollywood. Seguramente que muchos “americanos” al ver con orgullo a los eficaces exterminadores del grupo de los Navy Seals, han soñado por un momento ver entre ellos a los apuestos y valerosos Bruce Willis, Arnold Schwarzenegger o Silvester Stallone, protagonistas de tantas hazañas “americanas”. Porque en el sueño americano se vive también en el Planeta Hollywood, y todos pueden ser héroes si se lo proponen. Claro que como no cualquiera puede ser miembro de la selecta élite de los Seal, muchos tendrán que conformarse con entrenar en casa, para luego armarse hasta los dientes, y en una escuela o un centro comercial matar a la mayor cantidad de gente posible antes de suicidarse. Para eso existe la libertad de portar armas, defendida a ultranza por los 4 millones de abnegados miembros del Club del Rifle; porque la libertad es lo primero.
También señaló Obama, la templanza que fue necesaria para soportar el peso de 125 soldados americanos muertos en Afganistán en la lucha contra el terrorismo. Al parecer no debe haber sabido de los muertos afganos, porque no los mencionó, como tampoco recordó a los centenares de miles de muertos en Irak desde que USA invadió ese país. Lo que ocurre es que en el onírico Planeta Hollywood hay muertos VIP que no merecían morir, y hay muertos de segunda categoría que no merecían vivir. Los muertos VIP de Hollywood son americanos, bellos, fuertes, inteligentes y tienen una familia que los quiere. Los muertos que no son americanos, son feos, tontos, depravados, y no tienen seres queridos que lloren por ellos.
No hay duda del carácter irracional que tiene la violencia, y el mundo ha sido testigo de la irracionalidad intrínseca de la violencia terrorista, en la que el fanatismo y el mesianismo se combinan con el resentimiento y el odio, en una mezcla destructiva. Pero tampoco debiera quedar ninguna duda de que, quienes pretenden hacernos creer que existe una violencia racional y justa, padecen del mismo mesianismo y fanatismo que, combinado con la megalomanía y el desprecio por otros pueblos, generan igualmente destrucción pero en mayor escala.
Los festejos populares desatados por el asesinato de Bin Laden dejaron en evidencia la confusión que aún existe en las poblaciones, entre justicia y venganza. Pero también quedó en evidencia el “patriótico complejo de superioridad”, ese que hace suponer que las muertes americanas son más importantes y merecen ser vengadas, las demás no importan tanto. Y para vengar una muerte americana, vale todo; vale invadir, vale torturar, vale bombardear y asesinar, pero siempre en nombre de un estilo de vida y del “sueño americano”.
Obama también dijo que ahora el mundo sería más seguro, menos violento, como si con este enfoque violento de la violencia se pudiera terminar con ella. Tal vez resultaría oportuno que en medio de tanta confusión y oscurantismo onírico, alguien pudiera ver la luz de las palabras pronunciadas por Silo en mayo del 2004, en Punta de Vacas, Argentina.
“¿Cómo es que se piensa acabar con la violencia?. Tal vez piensen que son un ejemplo inspirador de las nuevas generaciones cuando disfrazados de video juego despotrican contra el mundo; cuando amenazan en la peor muestra de matonaje; cuando finalmente envían a sus muchachos a invadir, a matar y a morir en tierras lejanas. Este no es un buen camino ni un buen ejemplo.”
Guillermo Sullings, 06/05/2011