60 años de un sueño

compartimos las palabras de la Concejala por el Partido Humanista, Alba Fernandez, expresadas hoy en la sesión del Concejo Deliberante de Santa Rosa, La Pampa.

El pasado 28 de agosto se cumplieron 60 años del discurso de Martin Luther King “Yo tengo un sueño” allá por 1963, que le torció el brazo a la segregación racial. La arenga  en el Lincoln Memorial Center de Washington y ante 200 mil personas en la cual manifestaba los valores de igualdad y fraternidad destacando el reconocimiento de los derechos civiles y la libertad individual.

 

King le hablaba a un país que tenía aún una deuda histórica con la comunidad afroamericana, los antiguos esclavos de los algodonales del Sur y de las mansiones del Norte; una deuda que el país se había comprometido a pagar en la declaración de su independencia que afirmaba que todos los hombres eran iguales. Una deuda impaga que había prometido de nuevo saldar después de la sangrienta Guerra Civil entre Norte y Sur que puso fin a la esclavitud, pero no puso fin a la segregación racial. Señaló yerros monstruosos y anhelos frustrados, la impulsó a lo que, pensó, sería su destino en especial para los estadounidenses de raza negra, llamados entonces “black people”, o “colored people” porque negro era y es hoy un insulto. Sin embargo King usó la palabra negro sin que nadie se sintiese ofendido, sino halagado, identificado.

 

La segregación racial se había agudizado en Estados Unidos en 1963. Se había hecho más severa cuanto más abundantes y enérgicos eran los reclamos de aquella sociedad que carecían de los derechos más elementales. Los negros no podían votar en muchos estados del Sur, regían estrictas normas raciales en la educación. Los chicos negros no podían ir a escuelas para blancos. Ni asistir a los servicios religiosos en iglesias “blancas”; tampoco podían entrar a ciertos locales, bares o almacenes, señalados con un letrero “Only white people – Sólo para blancos”; en las estaciones de micros y de trenes, los bebederos públicos estaban divididos en dos, uno señalado por un letrero: “Colored people”; los empleos eran otorgados según el color de la piel y sólo los peores estaban destinados a los negros, al igual que los peores sueldos; el índice de desocupación de los negros era el doble que el de los blancos; en los micros y colectivos, los negros debían sentarse en la parte trasera porque la delantera estaba reservada a los blancos; presenciar un partido de básquet interracial, como es tan común hoy, no era posible porque, además, las universidades, semillero de los profesionales, también impedían estudiar a los negros que, además, eran perseguidos y asesinados por la organización terrorista conocida como Ku Klux Klan, racista y xenófoba.

 

La resistencia civil encarada por la población negra había sido castigada con violencia en los estados del Sur. Era una larga batalla que había estallado en 1955, cuando un chico negro de catorce años, Emmett Till, fue linchado y quemado vivo por haber silbado, supuestamente, al paso de una mujer blanca. Ese mismo año habían sido asesinados dos activistas por los derechos civiles, Lamar Smith y el pastor George Lee. En diciembre, Rosa Parks, una mujer negra se sentó en la parte delantera de un micro de su ciudad, Montgomery, Alabama. Y cuando le dijeron que debía hacerlo en los asientos traseros dijo no: “Estoy cansada”. Fue a parar a la cárcel. El de Parks no era un cansancio físico. Luther King era entonces un joven pastor de veintiséis que declaró un boicot a la compañía de micros y también fue a parar a la cárcel. Pero el boicot a la compañía duró trescientos ochenta y dos días. Los negros organizaron un sistema de viajes compartidos, o iban a pie a sus trabajos, distantes kilómetros de sus hogares humildes de las afueras. La casa de King fue atacada con bombas incendiarias el 30 de enero de 1956, al igual que la del reverendo Ralph Abernathy, que actuaba codo a codo con King; cuatro iglesias negras fueron destruidas también por bombas incendiarias. Los boicoteadores fueron perseguidos y apaleados por el KKK, pero los cuarenta mil negros de Montgomery siguieron adelante hasta que el 13 de noviembre de 1956 la Corte Suprema de los Estados Unidos declaró ilegal la segregación en autobuses, escuelas y otros sitios públicos.

 

El sueño de King era un sueño simple: el de la libertad, el de la igualdad, el de la convivencia, el de la tolerancia, el de la paz, el de la esperanza. Para la época y para la realidad política y social de su país aquello era una declaración de paz que desnudaba un mundo hostil y violento. Lo escuchó una multitud multiétnica y multicultural: blancos, negros, asiáticos, católicos, judíos, islámicos, protestantes, evangélicos, ateos. Era consciente también de que hablaba al mundo y a la posteridad.

 

“Yo tengo el sueño de que un día, allá en Alabama, con sus racistas despiadados, con un gobernador cuyos labios gotean las palabras de la interposición y la anulación; un día allí mismo en Alabama, pequeños niños negros y pequeñas niñas negras serán capaces de unir sus manos con pequeños niños blancos y niñas blancas como hermanos y hermanas. ¡Yo tengo un sueño hoy! (…) Yo tengo el sueño de que un día cada valle será exaltado, cada colina y montaña será bajada, los sitios escarpados serán aplanados y los sitios sinuosos serán enderezados, y que la gloria del Señor será revelada y toda la carne la verá al unísono. Esta es nuestra esperanza. Esta es la fe con la que regresaré al sur. Con esta fe seremos capaces de esculpir en la montaña de la desesperación una piedra de esperanza. Con esta fe seremos capaces de transformar las discordancias de nuestra nación en una hermosa sinfonía de hermandad. Con esta fe seremos capaces de trabajar juntos, de rezar juntos, de luchar juntos, de ir a prisión juntos, de luchar por nuestra libertad juntos, con la certeza de que un día seremos libres.”

 

Son algunas palabras de su mensaje de Martin Luther King Jr. yo tengo un sueño no pudo, no pudo gozar de ver y sentir su sueño cumplido, fue asesinado de un tiro en la cabeza el 4 de abril de 1968, ocurrió en Memphis Tennessee. Pero su discurso quedó como legado para el mundo.

El 14 de octubre de 1964, Martin Luther King fue galardonado, a los 35 años, con el Premio Nobel de la Paz por su resistencia noviolenta a la discriminación racial en Estados Unidos;  fue la persona más joven en recibir este Nobel.

 

Para finalizar señora Presidenta, Martin Luther King y Mahatma Gandhi;  aunque estos hombres nunca tuvieron la oportunidad de conocerse, ya que Luther King tenía 19 años cuando Gandhi fue asesinado; se enteró de sus escritos en un viaje a la India donde luego se basó en gran medida en el principio de la noviolencia, la fuerza del amor, la fuerza de la verdad, de Gandhi.

 

Silo, guía espiritual del movimiento humanista tomó como prédica el ejemplo de éstas dos almas grandes, dedicando su vida a inculcar la solidaridad, la noviolencia y la no discriminación.